El día domingo, es día en el cual voy a casa de mi novia a visitarla y por consiguiente a toda su familia. Luego de haber hablado y compartido con todos aquel día, llegó el momento de despedirme y volver a mi casa.
Al momento de llegar al portón de la casa, y posterior a los besos de despedida de rigor, mi novia me recuerda que debo tener, por las dudas, mil guaraníes para el camino. ¿Qué es eso? Es algo que los paraguayos denominamos "peaje" y consiste en tener algo de dinero en el bolsillo por si un asaltante sale en tu camino y te pide dinero. Generalmente con ese "canon de libre circulación" lograrías llegar tranquilo a tu casa.
Ahora, analicemos esa situación. Por supuesto que mi novia me previno sobre el potencial inconveniente de que ocacionalmente pueda salir frente a mi algún malviviente. Por ese punto, es positivo pues por lo menos se medita la prevención en uno de los dos. ¿Cuál es el lado negativo? Que la actitud de ella, y la mía en ese momento no es más que mera resignación ante un sistema imposible de cambiar de buenas a primeras.
¿En qué cabeza cabe que uno tenga que pagar una suerte de "impuesto al tránsito" a alguien que es el reflejo más paupérrimo de una sociedad en decadencia? Pues en la mente del resignado.
En los países latinoamericanos la vida cuesta cada vez menos. Para que se hagan una idea, mil guaraníes es menos de la mitad de un dólar. Por supuesto que morir por no pagar eso es igual de ridículo y sin sentido que pagar. La vida vale menos de un dólar.
Uno piensa "¿y el gobierno?". Otro responde: "Está graaaande ya" como intentando ser kachiai (vocablo guarani que significa "simpático") y ver el lado amable al asunto.
Lo cierto y concreto es que la sociedad se muestra cada vez más en decadencia y está cada vez más sumida en su propia pobreza. Pobreza de ser, de espíritu, de capacidad de acción.
Depende al fin y al cabo de cada uno de nosotros que la situación cambie. No depende de ser de izquierda, derecha, centro, arriba, abajo o lo que sea. Depende de la calidad de personas que queramos ser y de que nos esforcemos para lograrlo. Se trata de querer un país mejor, una sociedad mejor y de querer construir un futuro.
Se trata, en suma, de cambiar la situación porque sí desde la propia familia y dejar de pensar que algún día va a llegar un mesías.
Al momento de llegar al portón de la casa, y posterior a los besos de despedida de rigor, mi novia me recuerda que debo tener, por las dudas, mil guaraníes para el camino. ¿Qué es eso? Es algo que los paraguayos denominamos "peaje" y consiste en tener algo de dinero en el bolsillo por si un asaltante sale en tu camino y te pide dinero. Generalmente con ese "canon de libre circulación" lograrías llegar tranquilo a tu casa.
Ahora, analicemos esa situación. Por supuesto que mi novia me previno sobre el potencial inconveniente de que ocacionalmente pueda salir frente a mi algún malviviente. Por ese punto, es positivo pues por lo menos se medita la prevención en uno de los dos. ¿Cuál es el lado negativo? Que la actitud de ella, y la mía en ese momento no es más que mera resignación ante un sistema imposible de cambiar de buenas a primeras.
¿En qué cabeza cabe que uno tenga que pagar una suerte de "impuesto al tránsito" a alguien que es el reflejo más paupérrimo de una sociedad en decadencia? Pues en la mente del resignado.
En los países latinoamericanos la vida cuesta cada vez menos. Para que se hagan una idea, mil guaraníes es menos de la mitad de un dólar. Por supuesto que morir por no pagar eso es igual de ridículo y sin sentido que pagar. La vida vale menos de un dólar.
Uno piensa "¿y el gobierno?". Otro responde: "Está graaaande ya" como intentando ser kachiai (vocablo guarani que significa "simpático") y ver el lado amable al asunto.
Lo cierto y concreto es que la sociedad se muestra cada vez más en decadencia y está cada vez más sumida en su propia pobreza. Pobreza de ser, de espíritu, de capacidad de acción.
Depende al fin y al cabo de cada uno de nosotros que la situación cambie. No depende de ser de izquierda, derecha, centro, arriba, abajo o lo que sea. Depende de la calidad de personas que queramos ser y de que nos esforcemos para lograrlo. Se trata de querer un país mejor, una sociedad mejor y de querer construir un futuro.
Se trata, en suma, de cambiar la situación porque sí desde la propia familia y dejar de pensar que algún día va a llegar un mesías.