En Paraguay, el 20 de abril del 2008 es un día que queda para la historia. Por primera vez desde que fueron creados los partidos políticos en este país, se dará una transición sin el uso de la fuerza. Las revoluciones quedaron atrás, como también los golpes de Estado y muchos otros tipos de violencia entre conciudadanos, quizás la forma de violencia de menor sentido en cualquier país.
El resultado de las elecciones del 20 pasado en Paraguay no es precisamente el premio a la mejor campaña o al mejor programa de gobierno. Por supuesto, queda a criterio de cada uno determinar si lo propuesto es viable o no, o si es lo mejor que se puede obtener, pero lo cierto y concreto es que por primera vez, fue el ciudadano común y corriente el que decidió los rumbos del país, buenos o malos, pero sus rumbos.
En estas elecciones se conjugaron un montón de circunstancias que determinaron la caída, en el ejecutivo, del Partido Colorado. La más representativa de ellas fue el grado de hartazgo de la ciudadanía, combinado con la ganas de cambiar de aires en pos de un progreso a mediano plazo y el descreimiento total hacia la cúpula del partido de gobierno.
Dentro de ese partido, un grupo oligárquico sobresalió por encima de los demás apropiándose del poder en las tomas de decisiones de los partidarios en general y descuidando principios básicos establecidos en la propia ideología del partido. Los personajes colorados “representativos”, encabezados por el presidente de la República, Nicanor Duarte Frutos, no brillaron precisamente por sus buenas obras y dejaron de lado muchas cosas por un continuismo fanático y lejos de promover propuestas, sino ataques. La estructura partidaria se debilitó a raíz del egoísmo y terquedad de un presidente que no supo estar al frente del país, ni de su partido.
Leyendo un poco de historia, la dictadura más larga de la era Constitucional paraguaya, marcada durante 36 años por la mano dura de Alfredo Stroessner, se debilitó y cayó cuando el partido colorado se fragmentó y su tríada del poder conformada por el Poder Ejecutivo, las Fuerzas Armadas y el Partido Colorado (todas representadas en el Presidente de la República) se separó del todo para dar paso a un golpe de Estado que empezó la denominada Transición Democrática Paraguaya.
Duarte Frutos no supo leer la historia que los opositores si leyeron y perdió el poder por eso. Por la famosa frase que reza que “hombre que no conoce su historia, está condenado a repetirla”. Hoy la Asociación Nacional Republicana, se convirtió el la primera fuerza opositora luego de 61 años y a su vez se constituyó en el último partido hegemónico que cayó en el mundo.
La oposición, por su parte, se enmarcó en la figura de un ex obispo, quien con su carisma y pasado alejados de la vida política, y apoyado por el Partido Liberal Radical Auténtico a la cabeza mas un grupo de partidos políticos menores, lanzó al actual presidente electo del Paraguay, Fernando Lugo, a una campaña relámpago de 8 meses hasta llegar a conseguir la victoria en las elecciones.
Amén de la demostración de inmenso civismo del pueblo paraguayo, de la presencia de los observadores internacionales quienes siguieron las elecciones en este país como si fueran suyas y de la presión de los medios de comunicación social, los ganadores fueron quienes sí lograron leer la historia y se abocaron a empezar a cambiar una estructura exhausta.
Lo que nos queda por hacer a los ciudadanos es mantenernos en la firme posición de castigar a quien no hace bien las cosas y construir nosotros el país que queremos sin fanatismos políticos. El domingo demostramos que queremos construir un país nuevo, hoy nos toca construirlo, enaltecerlo y aprender de los errores.
El resultado de las elecciones del 20 pasado en Paraguay no es precisamente el premio a la mejor campaña o al mejor programa de gobierno. Por supuesto, queda a criterio de cada uno determinar si lo propuesto es viable o no, o si es lo mejor que se puede obtener, pero lo cierto y concreto es que por primera vez, fue el ciudadano común y corriente el que decidió los rumbos del país, buenos o malos, pero sus rumbos.
En estas elecciones se conjugaron un montón de circunstancias que determinaron la caída, en el ejecutivo, del Partido Colorado. La más representativa de ellas fue el grado de hartazgo de la ciudadanía, combinado con la ganas de cambiar de aires en pos de un progreso a mediano plazo y el descreimiento total hacia la cúpula del partido de gobierno.
Dentro de ese partido, un grupo oligárquico sobresalió por encima de los demás apropiándose del poder en las tomas de decisiones de los partidarios en general y descuidando principios básicos establecidos en la propia ideología del partido. Los personajes colorados “representativos”, encabezados por el presidente de la República, Nicanor Duarte Frutos, no brillaron precisamente por sus buenas obras y dejaron de lado muchas cosas por un continuismo fanático y lejos de promover propuestas, sino ataques. La estructura partidaria se debilitó a raíz del egoísmo y terquedad de un presidente que no supo estar al frente del país, ni de su partido.
Leyendo un poco de historia, la dictadura más larga de la era Constitucional paraguaya, marcada durante 36 años por la mano dura de Alfredo Stroessner, se debilitó y cayó cuando el partido colorado se fragmentó y su tríada del poder conformada por el Poder Ejecutivo, las Fuerzas Armadas y el Partido Colorado (todas representadas en el Presidente de la República) se separó del todo para dar paso a un golpe de Estado que empezó la denominada Transición Democrática Paraguaya.
Duarte Frutos no supo leer la historia que los opositores si leyeron y perdió el poder por eso. Por la famosa frase que reza que “hombre que no conoce su historia, está condenado a repetirla”. Hoy la Asociación Nacional Republicana, se convirtió el la primera fuerza opositora luego de 61 años y a su vez se constituyó en el último partido hegemónico que cayó en el mundo.
La oposición, por su parte, se enmarcó en la figura de un ex obispo, quien con su carisma y pasado alejados de la vida política, y apoyado por el Partido Liberal Radical Auténtico a la cabeza mas un grupo de partidos políticos menores, lanzó al actual presidente electo del Paraguay, Fernando Lugo, a una campaña relámpago de 8 meses hasta llegar a conseguir la victoria en las elecciones.
Amén de la demostración de inmenso civismo del pueblo paraguayo, de la presencia de los observadores internacionales quienes siguieron las elecciones en este país como si fueran suyas y de la presión de los medios de comunicación social, los ganadores fueron quienes sí lograron leer la historia y se abocaron a empezar a cambiar una estructura exhausta.
Lo que nos queda por hacer a los ciudadanos es mantenernos en la firme posición de castigar a quien no hace bien las cosas y construir nosotros el país que queremos sin fanatismos políticos. El domingo demostramos que queremos construir un país nuevo, hoy nos toca construirlo, enaltecerlo y aprender de los errores.