Todos los días escuchamos discursos de cambio. ¿Qué es el cambio? Esa es la cuestión que muchos no pueden responder o sencillamente no saben responder. Pese a esto, aparentemente la gente sabe lo que pide cuando pide "cambio".
Quieren que se cambie la situación del país, el estado de las calles, los problemas del trasporte, la situación económica, las autoridades, los servicios de salud y seguridad, las condiciones laborales, en fin, todo. Se pide a la autoridad del color de turno (en este caso sin color) que solucione todas estas cuestiones para bien la sociedad, de la nación y del estado. Para que el pueblo, soberano este, viva dignamente y sean cumplidos sus derechos.
Hasta aquí es la parte agradable del discurso. Todos entendemos que tenemos derechos y que el gobierno debe velar por sus cumplimiento. Aprobamos el examen y pasamos de grado con esto. La parte desagradable, que nadie quiere analizar es lo que nos corresponde como ciudadanos. Nuestras obligaciones.
Somos personas incapaces de seguir las reglas. Ni siquiera las de tránsito. Pongamos ejemplos de contraste. Frecuentemente nos quejamos de que el tráfico es un desastre, pero no pensamos dos veces para pasar un semáforo en rojo o hacer un giro indebido. Nos quejamos del transporte público de pasajeros, pero no somos capaces de denunciar aquello que nos molesta. Nos quejamos de los corruptos, que en su mayoría se encargaros de robar sucesivamente sus bienes y los míos, pero lo dejamos comprar pan en el super mercado, sin problemas, y encima paga en la caja, frente a nosotros, con nuestro dinero, y nadie le dice nada.
Imagínese una situación. Usted va manejando en hora pico por alguna calle ultra congestionada (elija usted la de su agrado) y se queda atascado en una cola. En vez de querer ganar un poco espacio, que no va a acelerar el tráfico, y cerrar la bocacalle, usted deja el espacio para que quienes tienen que cruzar la calle lo hagan, el tráfico seria más dinámico.
Otro ejemplo. En la calle, ve que un oficial de tránsito está intentando coimear a alguien. Si usted en vez de pensar "está haciendo para su fin semana", se queda le recuerda lo poco importante que es la madre de este personaje para usted, le puedo acegurar que por lo menos lo pensará dos veces antes de hacerlo de nuevo.
Un último ejemplo. Se encuentra en un restaurante. En el, existe una pohibición de NO FUMAR, pero sin embargo hay un hombre fumando un habano. Contribuiría al orden general y al respeto por los demás, que usted le pida que apague su cigarro, y de no hacerlo, pida que lo echen.
Quizás a esta altura ya esté pensando "este escritor es un pobre psicótico que está cabreado con el sistema". Realmente no es así. Sólo intento poner ejemplos para dar mi forma de ver las cosas. No podemos pedir cambio si nosotros no estamos dispuestos a cambiar. Necesitamos una metalidad distinta, valores distintos, ganas distintas. ¿Cómo vamos a cambiar todo si no empezamos por cambiar algo?
Las pequeñas cosas que hacemos día a día nos enseñan que no siempre estamos en lo correcto, o somos condescendientes en nuestro pensar y actuar. Depende de nosotros el cambio. Éste no implica votar, gritar, saltar o lo que sea. Implica, trabajar, exigir y cumplir. Si uno de estos factores falta, todavia ni empezamos a cambiar.