lunes, 23 de noviembre de 2009

Nuestra película de terror

Es increíble cómo la clase política puede cometer los mismos errores sin ni siquiera sonrojarse por ellos ni mucho menos aprender de los mismos.
Esto puede verse en la terna que busca llenar la vacancia dejada por Rafael Dendia en el Tribunal Superior de Justicia Electoral, la cual apenas se encuentra en el estadio previo a su remisión. En otras palabras, sólo se eligieron las personas que integrarán dicha terna. Más allá de eso, todo se encuentra trunco.
Los factores jurídicos por los cuales la remisión de la terna se demora, no voy a tratarlos porque no me considero un jurista como para referirme a ello; sí voy a referirme a la situación política que subyace en todo esto.
Legalmente la terna está constituída como tal, pero políticamente existe un ambiente de negociación que es lo mismo que una película de terror; existe un actor principal que por algunos "designios" se escapa curiosamente de la muerte mientras los demás caen ante algún monstruo que se invente por el camino.
En este sentido, uno de los ternados está designado de antemano, negociación mediante, a ser electo sin necesariamente ser el mejor sino "teniendo la suerte de su lado". Los otros dos son los actores secundarios que erigen al primero como héroe de la película, sobreviviendo a todos los embates. No sólo no llegan los demás actores, sino que todo alrededor siempre termina destruido por el monstruo.
Transladando la metáfora a la realidad, con meras negociaciones en torno a una figura que no es la mejor, la más apta, o la más capaz, porque sencillamente esa figura ni siquiera fue ternada, lo único que se tiene es la destrucción de la justicia como concepción de sí misma y la supervivencia del monstruo de la clase política corrupta y clientelista que destruye todo a su paso.

Si desde el inicio de las acciones la elección de la terna se pervierte y se basa en negociaciones de colores y no de capacidad, ese monstruo seguirá creciendo destruyendo todo cuanto encuentre a su alrededor, hasta terminar por destruirse a sí mismo.
¿Por qué no se trata la terna para el TSJE? Porque sencillamente no hay nada que tratar. Porque en todo esto la capacidad de liderar un organo político ciertamente, pero de concepción independiente no fue tenido en cuenta. En esto, los colores pueden más que la voluntad.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Locuras de derecha e izquierda.

A lo largo de la historia, todo punto de partida para grandes hechos que terminan por cambiar una realidad, son los grandes discursos. Estos, al tener como base el análisis de cada momento en el que se vive conjugado con ideología, viveza y un toque de emoción, puede comprar a los más incautos.
Esta semana estuvo marcada por discursos fuertes en donde resaltaron dos en particular; el del presidente Fernando Lugo y el del ganadero chileno Eduardo Avilés. El primero manifestando que la lucha de clases se justifica. Que prácticamente todos los habitantes de esta República somos culpables de la lamentable situación en la que estamos y que el tan mentado cambio que se propone desde el gobierno -pero que no tenemos la más pálida idea de qué es, dónde está, cómo lo notamos o qué hay que cambiar- está siendo detenido por cuanta persona tenga cuenta bancaria o salga en sociales. Fomenta en sí una diferencia entre "poseedores y desposeídos" que roza más un espíritu de confrontación que un adelanto de la solución de los problemas.
El otro discurso propone un cambio pero de la civilización a la barbarie. Propone "liquidar físicamente a todos los comunistas" como si matar personas por pensar diferente es la solución a la delincuencia, ignorancia, hambre y pobreza en cualquier sociedad.
Pese a que puede tomarse a un discurso como consecuencia de otro, ambos tienen un mismo punto de convergencia; el contenido murió en el tiempo, es incivilizado y no tienen el más mínimo criterio unificador que se necesita para sobrellevar crisis en cualquier país del mundo. Sólo generan incertidumbre y marcan aún más diferencias sociales.
Los tiempos son distintos. Ya el mundo no se enfrasca en peleas de excusas ideológicas que como fin último tienen alcanzar la suma del poder. Ya no se revientan estados a balazos ni se fomentan luchas de clases como solución a los problemas. Ese modelo no funcionó, no funciona y perimió en el tiempo.
Es hora de que se entienda de una vez que el concepto de la política no es el de la mera superioridad económica, de clases o ideologias, ni mucho menos de conveniencias partidarias. La política debe volver a dirigir la acción del estado al beneficio de la sociedad. Sociedad entendida como sin clases, sin partidos, sin amigos y sin acreedores venidos de campañas electorales. Sociedad entendida como personas que apuestan por personas. Gente que necesita vivir mejor y no ver cómo los gobernantes se enfrascan en discusiones estériles a costilla del ciudadano.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Del voto al veto

El presidente hizo lo que esperábamos que hiciera. Veto la prórroga al mandato de los intendentes y concejales electos en el 2006. ¿Si recibió presiones? Claro que sí, pero primó la sensatez (por lo menos en esta oportunidad).
En los momentos previos a tal decisión se escucharon todo tipo de hipótesis que, sumadas a la conocida indefinición del presidente, dejaban a la gente en una enorme nebulosa.
Argumentos clásicos como que "se va a entrar en una contienda electoral que pararía todas las obras", típico de politiqueros que definitivamente jamás leyeron la concepción y fin último de la política, alejada del mero lucro personal; y otros como "que la izquierda emergente sería incapaz de pelear en unas elecciones en corto plazo y necesitaba prepararse", totalmente desencajada y plagada de malas copias política barata tradicional, además de las propias contiendas en el interior del ejecutivo, consumían todo el ambiente.
Tras tantos vaivenes y el silencio del presidente, éste llamó a la esperada conferencia de prensa en la cual sus asesores dieron a conocer la respuesta del mandatario; el veto.
Con esto se cerraba una etapa de verdadera pérdida de tiempo para todos. Lo sostenido por una y otra parte no ocurrió. El país no se detuvo, sino sigue funcionando. La izquierda no está mejor ni peor, simplemente está. Lo pisitivo es que el pueblo no vio socavada su forma más legitima de participación ciudadana representada en el voto.
En un año de gobierno, mucho criticamos a Fernando Lugo y lo seguiremos haciendo seguro, pero en esta oportunidad hay que decir, pues nobleza obliga, que el presidente no se equivocó. Esta vez, sí se correspondió al pueblo. Ese pueblo que el 20 de abril voto, tuvo su voto de recompensa en el veto al mandato de los munícipes.

lunes, 14 de septiembre de 2009

El pueblo en segundo plano

La prórroga del mandato de las autoridades municipales electas en el 2006, que fue sancionada en la tarde de hoy, es la muestra más fehaciente del verdadero distanciamiento que existe entre la ciudadanía y los miembros del Poder Legislativo.
En la decisión de aumentar un año más el mandato de los intendentes (aún pendiente de definición en el Poder Ejecutivo) no primó para nada un criterio colectivo, sino un criterio meramente partidario y sectario. A la mayoría de los legisladores, salvo honrosas excepciones, les pareció mucho más importante sostener la necesidad de mantener el sistema de prebendas y clientelas antes que el derecho soberano del pueblo a elegir a quién quiera y por el periodo de tiempo que quiera.
Más allá de las interpretaciones legales o no, algunas con fundamento y otras con una forzada justificación que raya lo sin sentido y que evidencia la escasa capacidad de debate de la representación parlamentaria, lo que hoy se violentó, es la voluntad del pueblo y la capacidad de este a participar en la toma de decisiones.
Estos intendentes, que se candidataron a sus propias internas partidarias sabiendo que iban a durar cuatro años en sus funciones y por qué, tuvieron suficiente descaro de perder el tiempo que podían utilizar para trabajar para hacer una segunda campaña en el parlamento para continuar en sus cargos y hacer lo mismo que ya venían haciendo durante el periodo que cumplen actualmente; nada.
Lo peor de toda la situación es que, sorpresivamente, quien paga impuestos, circula por calles destruidas y aguanta un sistema municipal burocrático y gigantista, nunca fue consultado al respecto. Juan Pueblo nunca tuvo la oportunidad de entrar a su propio recinto (el parlamento) a expresar su propia opinión. Nunca se consultó si la gente, esa sufrida gente, quiere premiar con un año más a sus actuales autoridades o si quiere mandarlas gentil y afectuosamente (porque no existe otra forma legal) a sus casas.
En este punto y por lo expuesto se puede volver al mismo debate que hace poco tiempo teníamos; esta democracia que tenemos ¿es realmente participativa o lo es sólo cuando eso conviene a los que están en sus bancas con fueros?
Lugo debe vetar este atropello y los parlamentarios deben hacerlo también, de lo contrario se expondrán nuevamente a que cobre fuerza la idea de otros pocos de sostener la lucha de clases y disolver las instituciones porque estas no funcionan.